Quizá fue una huída hacia adelante (otra más). Quizá pensó que con un nombre mediático, la atención de la masa social miraría en otra dirección. Lo que seguramente Josep Lluís Núñez no sospechaba, es que la llegada de Cruyff iba a suponer un cambio radical en la historia contemporánea del club. Al menos, en la parcela deportiva. Algo, por otro lado, muy necesario.
Y es que el holandés llegó a Barcelona con un conjunto de ideas, que con el tiempo han consagrado un estilo y un modelo futbolístico que, 25 años después, guarda una parte importante de la esencia de aquellos inicios. No resultó nada fácil implantar aquel proyecto. Incluso estuvo a punto de morir ahogado en varias ocasiones. No era sencillo implementar un esquema 3-4-3 capaz de cubrir todas las zonas del campo. Tampoco el juego abierto por bandas o un falso delantero centro (en aquellos primeros años, Michael Laudrup),así como la aparición de centrocampistas llegadores o las habituales permutas de posiciones. Todo era nuevo. Hasta la estructura de la propia cantera. A partir de la llegada de Cruyff, todas las categorías inferiores pasaron a jugar a imagen y semejanza del primer equipo. La idea tenía su lógica. En un supuesto salto de un canterano, el conocimiento desde la base del sistema de juego, permitiría una más rápida adaptación y por ende, un mejor rendimiento.
El Barça de Cruyff era un equipo imperfecto, pero con mucho encanto. Juego ofensivo a raudales, rápida circulación de balón y jugadores técnicos acompañados de otros con un gran potencial físco. Defensivamente era otra cosa. En la retaguardia era vulnerable. El riesgo que se asumía en fase ofensiva, traía como consecuencia una falta de efectivos en funciones de contención, que daba lugar a una cierta permisibilidad a la hora de encajar tantos. Pero en parte daba igual. El fútbol preciosista que realizaba compensaba todo lo demás. Y encima, llegaron los títulos. 4 Ligas seguidas (las 3 últimas con dosis de épica) y por fín la tan ansiada Copa de Europa del 92 (adiós a las urgencias históricas de una vez por todas). El Barcelona ya no sólo era "més que un club" por una serie de cuestiones mayoritariamente intangibles, sino que además podía mirar a los grandes del viejo continente de tú a tú. El Barça se convirtió en una referencia. En el equipo de muchos niños. En un club admirado y seguido fuera de Cataluña y el resto de España.
Como apuntábamos antes, no todo sin embargo fue perfecto. Su salida, ocho años después de su desembarco, estuvo marcada por las tensiones internas. Núñez pasó de ser su único valedor a su principal enemigo. La noticia de su destitución, comunicada por el vicepresidente Joan Gaspart, fue acompañada de gritos, palabras malsonantes y algún que otro golpe contra inocentes mobiliarios. Pero Cruyff dejó su poso de sabiduría. Un legado fruto de su propio saber y peculiar entender, así como de su innegable capacidad para entender el fútbol. Él es el padre del último cuarto de siglo de la historia del F.C. Barcelona. Hijos vinieron después ,que aceptando como propios algunos de los consejos paternos, desarrollaron e incluso perfeccionaron un modelo del que Johan firmó la patente. Frank Rikjaard como descendiente de la escuela holandesa y posteriormente Pep Guardiola, criado en los brazos del "Flaco", acabaron siendo sus alumnos aventajados. El Barça de Cruyff es historia viva. El Barça de Cruyff debería seguir siendo la base del futuro.